Fotografía: Unsplash, Hermes Rivera
En septiembre Volkswagen anunció que estaba considerando cerrar varias fábricas, y en diciembre llegó a un acuerdo que evitaba el cierre de fábricas pero comprometía la reducción de 35.000 puestos de trabajo hasta 2030. En noviembre Audi anunció el despido de 4.500 personas trabajadoras, reduciendo un 15% su plantilla en Alemania.
También en noviembre, Ford anunció 4.000 despidos en Europa para finales de 2027, especialmente concentrados en Alemania. Esto obviamente expandió sus efectos a lo largo de toda la cadena de suministro, y el grupo Bosch anunció el despido de 5.500 personas antes de 2028. Aguas abajo, Thyssenkrupp anunció el recorte de 11.000 empleos en su filial siderúrgica antes de 2030.
Aunque gran parte de estos cierres y despidos se localizan en Alemania, sus efectos cruzan rápidamente las fronteras. En la Comunidad Autónoma Vasca, los fabricantes de neumáticos registraron una caída del 33% en las exportaciones, y los fabricantes de piezas para vehículos un descenso del 16%. En los tres primeros trimestres de 2024 las exportaciones de la CAV han caído en un 5%, alcanzando una caída del 17% en las ventas hacia Alemania.
«En octubre, ADEGI afirmó que el 21% de las empresas de industria metálica guipuzcoana creen que reducirán sus plantillas en el futuro próximo debido a la ralentización de la economía alemana»
Detrás de esta crisis industrial hay una combinación de factores, estructurales y coyunturales, geopolíticos y económicos. Pero también muestra las consecuencias de tres décadas fracasadas de política neoliberal sobre la industria y la transición energética. Según su lógica, las empresas apoyadas por los gobiernos realizarán unas inversiones verdes que generarán más empleo del destruído durante la transición energética.
Lo que estamos viendo es que el estancamiento económico, la sobrecapacidad productiva y la búsqueda de beneficios determinan un escenario convulso.
«La clase trabajadora aparece únicamente como sujeto pasivo en los vaivenes de la competencia mundial, pagando las consecuencias»
Ante esta situación, las principales respuestas a nivel europeo se dividen en tres. La respuesta negacionista pide retrasar la prohibición de venta de vehículos de combustión interna fijada en 2035. La respuesta proteccionista sigue el rumbo marcado por Estados Unidos y aplica aranceles del 45% a la importación de coches eléctricos desde China. Y la respuesta del soborno se resume en regar de dinero público a grandes empresas privadas para que mantengan y refuercen sus inversiones en la Unión Europea.
«Reprochar a los sindicatos una elevada conflictividad, impulsar la industria militar y destinar dinero público a empresas privadas sin ninguna condicionalidad ni control real sobre las decisiones empresariales»
Recientes declaraciones y movimientos del gobierno de Pradales en enero de 2025 definen los contornos de su respuesta. En las instalaciones de Michelin Vitoria, Pradales afirmó que para atraer nuevas inversiones se necesitan unas relaciones laborales basadas en el diálogo y el acuerdo.
Mikel Jauregi afirmó que quiere llevar adelante las recomendaciones propuestas por el foro empresarial Zedarriak, entre las que se encuentra el empuje de la industria militar como una fantástica oportunidad para la industria vasca. El nuevo ejecutivo ha estrenado el uso del fondo Finkatuz para invertir 15 millones de euros en acciones del grupo Arania, dedicado a la exportación de acero para sectores como la automoción y la máquina herramienta.
Reprochar a los sindicatos una elevada conflictividad, impulsar la industria militar y destinar dinero público a empresas privadas sin ninguna condicionalidad ni control real sobre las decisiones empresariales.
La gravedad de la situación exige una agenda sindical y política alternativa. Nos corresponde impulsar una alternativa ecosocialista que aborde los conflictos laborales, la crisis industrial y la transición energética.