Fotografía: Unsplash / Tim Mossholder.
El 12 de marzo de 1986 se celebró en el Estado español un referéndum sobre la permanencia en la OTAN y, aunque el «sí» ganó en el Estado, en Hego Euskal Herria, Cataluña y Canarias ganó el «no». La victoria del «no», tanto en las dos naciones sin estado como en la última colonia del Estado español en África, no fue casual, y el referéndum evidenció una vez más nuestro carácter diferenciado.
Hace tiempo que decimos que el mundo está cambiando. El mundo multipolar es una realidad; por un lado, China, cada vez más fuerte; por otro, Estados Unidos, que siguen siendo la principal potencia militar del mundo aunque ya no sean la única potencia política; y por último, una Europa totalmente dependiente de la OTAN y de los Estados Unidos, sumida en una evidente policrisis. Es evidente que la crisis ecológica atraviesa todos los conflictos políticos, sindicales y sociales.
El choque entre las principales potencias ha llevado la guerra a las fronteras europeas. El conflicto entre la OTAN y Rusia provocó una invasión inaceptable de Ucrania y, tres años después, las consecuencias de la guerra son evidentes. Lejos de impulsar unos acuerdos que supondrían una convivencia en paz, nos metieron en una guerra por los intereses geoestratégicos de las grandes potencias y del sector armamentístico, y las consecuencias son dramáticas.
«Destinar más dinero a la industria armamentística provocará un recorte del gasto social, un debilitamiento de los servicios públicos y una mayor precarización»
Parece que Washington quiere acabar con la guerra de Ucrania priorizando la guerra económica contra China. Busca un acuerdo rápido con Rusia, excluyendo a Europa e imponiendo un acuerdo que le «regala» los recursos naturales de Ucrania. Mientras el Kremlin y la Casa Blanca negocian, Europa defiende el rearme en nombre de la supuesta seguridad y defensa en beneficio de la industria armamentística y en detrimento de la clase trabajadora, especialmente de las mujeres* y las personas racializadas.
Hablemos claro, no se impulsa una política fiscal de redistribución de la riqueza. Además, destinar más dinero a la industria armamentística provocará un recorte del gasto social, un debilitamiento de los servicios públicos y una mayor precarización.
El acuerdo que están a punto de cerrar la CDU y el SPD para formar un nuevo gobierno en Alemania dibuja el rumbo de la Unión Europea: amplios acuerdos a favor de la guerra, impulsando recortes y políticas sociales regresivas. Esta es la apuesta de las élites políticas y económicas de Europa y, por supuesto, de Euskal Herria, y en este terreno de juego nos tocará jugar.
«Palabras como «libertad» o «paz» están vacías de contenido en boca de la extrema derecha»
Próximamente se cumplirán 80 años del nacimiento en París de la Federación Sindical Mundial, a la cual pertenece LAB. Nació en el contexto internacional de la posguerra como expresión unitaria del movimiento sindical en defensa de la paz, la justicia social, los derechos de los pueblos y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres*. Después de ocho décadas y cuando las alianzas entre derecha y extrema derecha están pisoteando los derechos fundamentales, lo declarado por la Federación Sindical Mundial aquel 3 de octubre de 1945 sigue teniendo plena actualidad y legitimidad.
No son pocos los retos que tiene por delante el sindicalismo y desde LAB llevamos tiempo trabajando en ellos. Reivindicamos una transición ecosocial y feminista justa, que garantice la supervivencia del planeta sin dejar a nadie atrás, respetando los derechos humanos y basada en la justicia social. Ahora que la visión belicista se está reforzando, queremos poner la vida en el centro.
Ante un futuro incierto, aspiramos a gobernarnos a nosotras mismas, a actuar como estado propio en el ámbito internacional, a construir un estado vasco. Queremos construir nuestro propio modelo sobre el reparto del cuidado, del empleo y de la riqueza y practicamos un sindicalismo feminista y antirracista como antídoto contra la extrema derecha. Palabras como «libertad» o «paz» están vacías de contenido en boca de la extrema derecha. Sabemos muy bien que una paz sin justicia no será una verdadera paz, al igual que una libertad sin derechos no es libertad.
«Ante un futuro incierto, aspiramos a gobernarnos a nosotras mismas, a actuar como estado propio en el ámbito internacional, a construir un estado vasco»
Siempre hemos ondeado banderas contra la guerra y a favor de la paz con justicia, y ahora es el momento de volver a ondearlas. La guerra y los conflictos armados solo se resuelven a través de la negociación, y la guerra en Ucrania no es una excepción. Eso sí, si se quiere lograr una paz estable, todas las partes implicadas en el conflicto deben ser parte de la solución.
Por eso queremos hacer nuestra aportación en este difícil contexto, haciendo pedagogía a favor de las culturas de paz para la resolución de los conflictos, y por encima de los intereses de las potencias, construyendo nuevas relaciones internacionales sobre la base de la defensa de los derechos de todas las personas y de los pueblos oprimidos.
Así que recuperemos el espíritu de aquel 12 de marzo de 1986. Desde la colaboración entre diferentes, hemos demostrado muchas veces que este país es capaz de provocar cambios profundos, por lo que es el momento de afrontar los retos que tenemos como pueblo y como clase, provocando cambios en Euskal Herria que ayuden a transformar el propio mundo