Argazkiak. Unsplash / Hakan Nural
Hoy en día el porcentaje de sanitarios sin vacunar es impresionante. Anteayer me escribía por las redes sociales una trabajadora sanitaria denunciando que estaba trabajando en el pabellón Revilla del Hospital de Basurto en el que se trata a enfermos por COVID-19 diciéndome que todavía no estaba vacunada. Ayer recibía fotos de una denuncia del personal sanitario de ambulancias que todavía no han sido vacunados. ¡Es impresionante!
Pues bien, liderando (por la cola) el ranking de vacunados, con sanitarios sin vacunar al frente de una ambulancia o de un pabellón con enfermas de COVID y a un ritmo de vacunación que lejos de avanzar parece retroceder semanalmente, el Gobierno vasco ha anunciado que va a empezar a vacunar a miembros de la Ertzaintza.
«El marco del "padre autoritario" esta sufriendo una erosión importante y, a su vez, algunos de los valores propios del marco de la familia protectora están cogiendo fuerza y relevancia»
¿Y esto a qué viene? En mi opinión, llueve sobre mojado y tiene gran trascendencia.
Han pasado ya meses desde el inicio de la pandemia. El mundo se encuentra inserto en una crisis sanitaria de magnitudes colosales y, hoy en día, sin expectativas claras sobre la resolución de la misma. La crisis ecológica y la de los cuidados habían llamado con antelación a la puerta y cuando no nos habíamos recuperado de la crisis financiera del 2008, una nueva crisis económica se habría paso bajo nuestros pies. Ya nada resulta seguro. Ya no es sólo que haya miles de personas en la pobreza o con empleos precarios, el verdadero problema es que es el conjunto de nuestras vidas lo que ha pasado a ser precario.
Dice Alvaro García Linera que una situación de crisis múltiple como la que estamos padeciendo, genera, en primer lugar, una gran crisis de las expectativas colectivas y que, a partir de ella, se puede abrir un momento de disponibilidad colectiva: la posibilidad de que nuevos valores y creencias se hagan socialmente hegemónicos.
Hay quien desde una mirada parcial entiende que en la medida en que los poderosos cuentan con un gran poder material, resulta casi imposible que la lucha ideológica pueda traer grandes cambios. Sin embargo, olvidan que la riqueza de los grandes magnates del mundo, además de la violencia institucional, se sostiene también mediante grandes pilares ideológicos que legitiman el sistema, sus riquezas y nuestras desigualdades. En mi opinión, el debate sobre esos pilares en estos momentos es crucial y creo que muchas de las cosas que ocurren en la actualidad pueden ser comprendidas en el marco de esa confrontación de ideas.
«Dice Alvaro García Linera que una situación de crisis múltiple genera una gran crisis de las expectativas colectivas»
Dice el lingüista cognitivo George Lakoff que, resumiendo, existen dos grandes marcos o frames que de una manera u otra condicionan nuestra visión del mundo. Ambos marcos pueden ser comprendidos con sendas metáforas que mencionaré a continuación.
Por una parte, estaría el marco del padre estricto que entiende que el mundo es un lugar peligroso y por ello se necesita de un padre que discipline tanto a los miembros de su familia como al conjunto del mundo. Este marco bien vale para comprender por qué la derecha está generalmente contra el matrimonio homosexual o por qué los EEUU tienen que hacer de guardianes del libre mercado en todo el mundo. Sus valores son los de la libertad individual, la libertad de mercado y el convencimiento de que el egoísmo de cada uno genera, como decía Adam Smith, riqueza para todos. Es obvio que el (neo)liberalismo económico ancla sus posiciones en este marco cognitivo y que estas últimas décadas ha tenido un gran desarrollo y expansión a lo largo de todo el mundo.
«Este marco bien vale para comprender por qué la derecha está generalmente contra el matrimonio homosexual o por qué los EEUU tienen que hacer de guardianes del libre mercado en todo el mundo»
Por su parte, el marco de la “familia protectora” (término empleado por Lakoff), sería el marco general por el cual las personas de índole progresista visualizan el mundo. Aquí no predomina el padre sobre la madre y más que la disciplina, importan la protección y el cuidado de las personas. Por ello, las políticas económicas que tienen como objetivo la erradicación de la pobreza, el reparto de la riqueza o la disposición de bienes y servicios públicos tienen mayor cabida en este segundo marco identificado por Lakoff.
Argazkia / Alternatiba
Pese a que cada unos de nosotros podemos inclinarnos más por uno o por otro marco, en opinión de este lingüista cognitivo, ambos marcos conviven en diferente medida en nuestras mentes. Por ello, la batalla de las ideas es siempre permanente para intentar condicionar esas proporciones que se dan en cada uno de nosotros y nosotras.
Pues bien en mi opinión y coincidiendo con los planteamientos de ambos autores, creo en estos últimos meses hay razones para pensar que el marco del padre autoritario esta sufriendo una erosión importante y que, a su vez, algunos de los valores propios del marco de la familia protectora están cogiendo fuerza y relevancia.
«Nos dijeron que el sector público era un estorbo para la economía y ahora comprobamos con enorme claridad que lo público resulta necesario para la economía e imprescindible para proteger nuestras vidas»
Durante estos meses de pandemia, las personas que trabajan en sanidad, cuidados o educación han ocupado el centro del debate público y de nuestras preocupaciones. Durante semanas salimos todo el día a aplaudirles a nuestras ventanas y balcones y la solidaridad para con ellos creo que ha resultado evidente. Pero más allá de ello, la necesidad de los servicios públicos, de las ayudas públicas y de unas administraciones públicas que nos protejan están convirtiéndose en ideas hegemónicas. Nos dijeron que el sector público era un estorbo para la economía y ahora comprobamos con enorme claridad que lo público resulta necesario para la economía e imprescindible para proteger nuestras vidas.
En mi opinión, estas ideas están en expansión también aquí entre nosotros, aunque haya quien se empeñe en llevar el debate a desordenes públicos, botellones y, en definitiva, a un problema de orden social que alimenta, ahora se ve, el marco del padre autoritario.
Pues bien, la Ertzaintza es el reflejo del intento de los sectores conservadores de esta parte del país por condicionar esa batalla de las ideas. Desde los tiempos del confinamiento, pasando por la llegada de las primeras vacunas, siguiendo por los reportajes sobre botellones, hasta el momento en que se nos anuncia su proceso de vacunación, la Ertzaintza ha aparecido en todos y cada uno de los Teleberris de la televisión que bochornosamente dirige el PNV. Y cada vez que Urkullu ha hecho referencia o ha querido felicitar a los y las trabajadoras públicas que más han aportado en esta pandemia, nunca se ha olvidado de mencionar a la Ertzaintza. Muy al contrario, algunas veces los ha puesto por delante de todo, como si la “batalla” contra el COVID fuera un problema de orden social y no de naturaleza sanitaria.
«Se pretende seguir caracterizando la situación actual como un problema de orden social donde el padre autoritario y sus chicos nos disciplinen para no salir de casa sino es para ir al trabajo»
Esta semana van a empezar a vacunar a ertzainas cuando todavía hay miles de trabajadores y trabajadoras de la sanidad pública sin vacunar y con ello, más allá de luchas internas y lobbies de poder (que también los hay), lo que se busca ante la opinión pública es en primer lugar realzar la importancia de la labor policial en esta situación. Y en segundo lugar, con todo lo anterior, se pretende seguir caracterizando la situación actual como un problema de orden social donde el padre autoritario y sus chicos nos disciplinen para no salir de casa sino es para ir al trabajo. Mientras ellos se pueden ir a jugar al golf.
La Ertzaintza es su símbolo para fortalecer el marco del padre estricto. Por su parte, quienes deseamos que el marco de la familia protectora resulte hegemónico deberíamos seguir subrayando la importancia de los y las trabajadoras de la salud, de las cuidadoras de nuestros mayores, de las profesores y profesoras que nos ayuda a cuidar, educar y empoderar a nuestros hijos e hijas o de las cajeras y repartidores de nuestras necesarias compras diarias. Necesitamos un sector público fuerte, pero no para llenar las calles de policías, sino para educar a una ciudadanía responsable, solidaria, que valore los cuidados. Gente crítica y con capacidad de entender que nuestros derechos individuales parten de las luchas y las condiciones sociales obtenidas de forma conjunta y colectivamente. El debate de las ideas es permanente y está en todas las partes. Ellos dicen Egin zaitez Ertzain y nosotros deberíamos decir egin zaitez Erizain.