SINADURAK

Andoni Olariaga

Miembro de la Fundación Iratzar

El proceso de Burgos: mito, proceso y batalla del relato

2020-12-22
CAT   

Este año hace 50 años del Proceso de Burgos, el macrojuicio de 16 militantes de ETA. Aquel juicio marcó un antes y un después en la maduración del movimiento de liberación vasco que consiguió dotarlo de contenido político y trascendencia internacional.


Cartel hecho en 1970 por el grupo Comité Basque contre la repression.

 

Hablar sobre el proceso de Burgos después de haber conmemorado recientemente el 50 aniversario tiene varias dificultades. Las más obvia fue señalada por uno de los abogados que formó parte del proceso, Miguel Castells, en una reciente entrevista en el diario Gara: tenemos una tela de araña moralista, anacrónica y jurídicamente estrecha para hablar del proceso en amplitud y sin miedo a la espada de Damocles de la audiencia nacional. 

Teniendo en cuenta lo anterior, lo más sensato es aproximarse con humildad. El proceso de Burgos se enmarca en la apuesta táctica errónea del régimen franquista español de acabar de una vez por todas con el movimiento de liberación nacional vasco. Ahora podemos verlo con claridad, pero no era tan claro en ese momento. Primero conviene recordar el contexto sociopolítico e histórico de la época: es una década de revoluciones, luchas anticoloniales tercermundistas (Argelia, Tunez…); la China de Mao y la Cuba revolucionaria de Fidel y Che; el Vietnam de Ho Chi Minh; Sartre y Camus; el mayo del 68 y el realismo de pedir lo imposible, Simone de Beauvoir y la construcción y deconstrucción de género; las Brigate Rosse; el IRA irlandés… Una década de esperanza en la revolución, de guerrillas, luchas populares y dictaduras fascistas. Una época donde las estrategias de lucha armada no eran excepción, sino regla.

Euskal Herria renace de las cenizas, después de largas décadas de desierto cultural y político, represión y violencia. Nuevas generaciones que a falta de un proyecto revolucionario van a crear su propia primavera vasca, política, cultural, artística y musical. Haciendo frente al franquismo y a la pasividad y el tradicionalismo del PNV, va a surgir una cosmovisión revolucionaria con hipótesis, formas de luchas, metáforas y valores de largo alcance. Una hipótesis contra hegemónica, una impugnación a la totalidad. Pero una impugnación creativa, que reivindica las tradiciones para adaptarlas a los valores de la época; que se abrirá su propio camino por encima de dogmas y dicotomías absurdas como el de la división entre la emancipación nacional y la lucha de clases; una impugnación que hará despertar al pueblo vasco y dotarle de vitalidad. Una hipótesis y una fuerza creativa que entenderá las luchas sociales como luchas territorializadas, uniendo el internacionalismo y el nacionalismo de abajo arriba, y no al revés. Un movimiento con los pies en el suelo, mirada larga unida a movimientos tácticos concretos para hacer camino, huyendo a los cantos de sirena ultra revolucionarios de la época: o, en otras palabras, sin dejarse llevar por euforias que olvidaban las relaciones materiales de poder de la época. Un movimiento que intenta superar definiciones etnicistas de lo vasco, con su formulación de pueblo trabajador vasco, haciendo una resignificación popular de lo vasco y respondiendo a la gran oleada migrante con una estrategia de solidaridad e integración en la lucha, como bien representara el militante vasco nacido en Badajoz, Juan Paredes “Txiki”, fusilado después junto a Angel Otaegi y Jose Luis Sanchez militante del FRAP en Cerdanyola del Vallés.

 

«Euskal Herria renace de las cenizas, después de largas décadas de desierto cultural y político, represión y violencia. Nuevas generaciones que a falta de un proyecto revolucionario van a crear su propia primavera vasca, política, cultural, artística y musical.»

 

La historia es una sucesión de causas y efectos, donde depende de cada cual la causa aparece en el lugar del efecto, y viceversa. Las batallas por el relato son piezas musicales que mueven esas piezas a su conveniencia. Pero la historia no es una mirada hacia atrás, sino, sobre todo, hacia adelante: de la manera que contamos, mostramos la forma que queremos mirar hacia adelante. Eso es, en definitiva, lo importante de la batalla por el relato. Sin querer hacer una cadena de causas y efectos, el Consejo de guerra de Burgos viene precedido por hechos que hacen que lo entendamos mejor y que debemos subrayar aquí. 1966-1967: V. asamblea de ETA y cristalización del movimiento de liberación nacional vasco tal y como conoceremos en las próximas décadas; el eje es nacional, la lucha de clases toma forma de liberación nacional en Euskal Herria. Muere Txabi Etxebarrieta, “el primero de nuestra resistencia última”, como recordara Oteiza. ETA mata a al torturador y colaborador de la Gestapo Melitón Manzanas.

El franquismo, como tantas otras veces, establece una situación de excepción en Euskal Herria. 1969: las detenciones de Mogrovejo debilitan a ETA; un año después ETA se divide en dos en la VI. Asamblea: frente proletario estatal versus frente popular. En un error de cálculo, el régimen franquista da por disuelta a ETA, máxima expresión de la rebelión vasca de la época. Se inicia el consejo de guerra, previa detenciones y torturas: Eduardo Uriarte, Jokin Gorostidi, Xabier Izko, Mario Onaindia, Xabier Larena, Unai Dorronsoro, Bittor Arana, Josu Abrisketa, Ione Dorronsoro, Enrique Gesalaga, Jon Etxabe, Gregorio Lopez, Itziar Aizpurua, Julen Kaltzada, Antton Karrera y Arantxa Arruti son los acusados. Militantes jóvenes, la mayoría en su veintena, haciendo frente a un régimen conocido por llevar a cabo sus amenazas. Entre ellas, 6 penas de muerte. Algo que no va a amedrentar a los jóvenes acusados, que intentarán deslegitimar el proceso desde el principio, liderado por un joven abogado Jose Antonio Etxebarrieta, acompañado por abogados como Gregorio Peces Barba y Miguel Castells. Un juicio que va a consistir en intentar deslegitimar las razones de la lucha del pueblo vasco, razones que una por una va a intentar argumentar en aquel recinto oscuro: la lucha por la cultura y el idioma; la lucha obrera; el reconocimiento del pueblo vasco; la lucha por los desfavorecidos… Un caleidoscopio de razones que salen fortalecidos de aquel proceso. El juicio termina con los enjuiciados manos en alto cantando la canción revolucionaria Eusko Gudariak al unísono mientras los militares envainaban sus espadas, dando cierre al juicio en una escena recordada y grabada para la posteridad. 

El juicio crea una enorme ola de solidaridad en todo el mundo. En aquel otoño-invierno de 1970, Catalunya estuvo con Euskal Herria. Desde entonces la izquierda independentista catalana ha estado siempre al lado de la rebelión vasca y nunca lo agradeceremos suficiente, porque a menudo ha sido duro y arriesgado. Del 12 al 14 de diciembre de 1970 300 intelectuales se encierran y firman en Montserrat un documento mostrando la solidaridad con el pueblo vasco y rechazando las torturas. Esa solidaridad se extenderá a toda Europa, con grandes manifestaciones; Estrasburgo; Grenoble, Niza, Valladolid, Granada, Frankfurt, Munich… En Milan la policía va a matar a Severio Saltarelli en las protestas, un militante comunista de 23 años. En Lyon y Paris habrá acciones contra el Banco Español y el Opus Dei en señal de protesta. En Latinoamérica las protestas y los afectos de solidaridad también son numerosas.

 

Itziar Aizpurua, Jone Dorronsoro, Arantza Arruti y Mertxe Garcia. 

 

Del proceso de Burgos hay que rescatar un bello texto, que lamentablemente, no ha perdido un ápice de actualidad. 1971: Jean-Paul Sartre escribe lo siguiente en el prólogo al libro “El Proceso de Burgos” de la feminista Giselle Halimi: “La insuficiencia de estas dos respuestas (la del PC y la del PNV) demuestra que en el caso de Euskadi la independencia y el socialismo son las dos caras de una misma moneda.” La primera es la propuesta del partido comunista español, que propugna una lucha de clases a escala estatal químicamente pura; la segunda es la jeltzale (PNV), que niega la lucha de clases. “En una colonia un movimiento revolucionario y consciente de su tarea no debe inspirarse en el principio «clase contra clase» que solo tiene sentido en una metrópoli, sino, por el contrario, aceptar el principio de la pequeña burguesía y de los intelectuales a condición de que los revolucionarios surgidos de las clases medias se sitúen bajo la autoridad de la clase obrera.” Independencia y revolución social; frente amplio popular. 

Después de 50 años, lo acaecido en Burgos y en sus postrimerías nos indica lo siguiente: uno, que el pueblo vasco, gracias a aquella lucha, sigue vivo y en mejores condiciones de hacer frente a su liberación nacional; dos, que algunos de los debates de esa época (como el del falso dualismo de lucha nacional y lucha de clases) abrieron caminos que la historia los demostró como vacuos; y, tres, que de aquellos hechos, nos queda aquello que decía el independentista irredento Telesforo Monzón, “el pueblo a vencido sobre la espada”. Porque solo los pueblos que luchan, que se abren a las luchas presentes y futuras, que imaginan nuevas formas de ver el mundo, que no caen en retrotopías ni nostalgias vacías, son capaces de hacer frente a los retos del presente y futuro.

 

«Después de 50 años, lo acaecido en Burgos y en sus postrimerías nos indica lo siguiente: uno, que el pueblo vasco, gracias a aquella lucha, sigue vivo y en mejores condiciones de hacer frente a su liberación nacional»

 

Para terminar, hay que subrayar que estamos en medio de una ofensiva por el relato. Eso nos dice varias cosas. Por un lado, la guerra que algunos daban por ganada parece no haber terminado: esa ofensiva por el relato (Patria, la línea invisible, etc.) es un claro síntoma de ello. Por otro lado, señala que la adecuación estratégica de la izquierda abertzale fue acertada. En estos 50 años, las formas de la rebelión vasca y de su expresión política principal, la izquierda abertzale, han ido cambiando. ETA dejó su actividad armada y terminó por fundirse en el pueblo, por utilizar la metáfora con la que esta organización puso fin a su trayectoria. La izquierda abertzale ha establecido nuevas alianzas y ha afrontado debates complicados, llenos de aristas y riesgos, no ha dudado en lanzarse al barro saliendo de cualquier zona de confort y todo indica que al estado posfranquista del régimen del 78 esta adecuación estratégica no le ha gustado nada, como demuestra la obsesión en volver a juzgar a las personas condenadas por el conocido como caso Bateragune. 

La nueva rebelión vasca del momento tiene muy presente la rebelión catalana y otras formas de lucha que se abren camino en nuestro mundo, entre ellas, la interpelación de la lucha feminista. Recordamos lo sucedido en Burgos y a las miles de personas que lucharon contra el franquismo y la reforma postfranquista, no para hacer un acto de nostalgia, sino para producir imaginarios del futuro. Mirar al pasado para alimentar el futuro, adecuándonos a las luchas del presente y vislumbrando un futuro en libertad para nuestros pueblos.

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