Helen Hester, Editorial Caja Negra, 2018
El grupo Laboria Cuboniks, [al que pertenece la filósofa y profesora especializada en tecnología, Helen Hester] señalaba en su manifiesto “Xenofeminismo: una política por la alienación”, que se incitaba a la apropiación de las tecnologías existentes para transformar las condiciones de opresión sociobiológicas del sistema actual.
El prefijo xeno- refiere a la voluntad de producir un tipo de feminismo que adopte la diversidad sexual más allá de cualquier concepción binaria y que tenga la capacidad de forjar alianzas y modos de solidaridad con lo distinto. A partir de influencias que van desde el ciberfeminismo, el poshumanismo, el activismo trans*, el materialismo y el aceleracionismo, las xenofeministas proyectan un mundo más allá de las nociones de género, sexo, raza, especie y clase, y entienden la naturaleza como un espacio de conflicto atravesado por la tecnología que debe ser reconquistado constantemente, en especial por las mujeres sobre quienes la idea de lo “natural” con su mandato reproductivo pesa de forma aplastante.
Esta corriente propone asentar los discursos de izquierda y del feminismo actuales y diseñar los cimientos materiales y tecnopolíticos de una lucha conjunta desde identidades diversas.
El libro de Helen Hester recoge las bases de esta corriente y esboza una estrategia real. Hester amplía lo expuesto en el manifiesto y desarrolla una programática a partir de sus tres pilares teóricos: el antinaturalismo, el tecnomaterialismo y el abolicionismo de género. Estos ejes se dirigen a abordar lo que para la autora constituye uno de los territorios fundamentales para cualquier posición xenofeminista: el problema de la reproducción y su relación con nuestro destino en el planeta. Se trata de desarrollar representaciones para un “futuro extraño” que no impongan ni condenen la reproducción biológica y que establezcan modelos no normativos de reproducción social basados en la autonomía de los cuerpos y la diversidad sexual, capaces de promover lazos afectivos y de cuidado más allá de la filiación sanguínea.
La postura xenofeminista habla de un universal abierto y, como tal, se puede situar como el punto de encuentro entre dos visiones polarizadas de izquierda y que podemos concretar en dos figuras del star system filosófico.
Por un lado, Judith Butler, que deconstruye conceptos naturalizados para mostrar que el lenguaje hace cosas, que es performático y que es algo que se construye desde el poder: a base de repetir conceptos como ‘mujer’ y ‘hombre’ los hemos naturaliado, por otro, Slavoj Zizek, que critica las pospolíticas identitarias y la atomización de la lucha por desplazar el foco de cuestiones estructurales a otras culturales. Mientras Butler nos sume en un problema lingüístico autorreferencial, según el cual, reclamar un derecho supone generarlo solo por el derecho a repetirlo, Zizek prioriza la lucha común estructural-económica y otras reivindicaciones como el feminismo, el movimiento trans o el antirracismo.
Asimismo el xenofeminismo parece estar más cercano a la línea de Nancy Fraser en ¿Reconocimiento o redistribución? Un debate entre marxismo y feminismo donde reconoce las diferentes opresiones culturales y materiales para poder afrontarlas.
Si el mundo actual y, sobre todo, su futuro, está vertebrado por la tecnología, tenemos que hacer que esa tecnología sea feminista. Las feministas debemos de equiparnos, formarnos y aprender.