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Erria

Retos y riesgos de la Inteligencia Artificial

2020-07-20

Las crisis capitalistas siempre aceleran procesos latentes y en evolución. La actual crisis pandémica, de impactantes consecuencias, no es un corte, es una aceleración histórica en cuya “sopa” se encuentran todas las partículas (contradicciones) anteriores solo que en mayor grado de inestabilidad y a mayor velocidad y grado de exposición. El “acelerador”, el Covid-19, no es el “culpable”. Es el detonante. Es la “tormenta perfecta”.


 

A toda máquina hacia un mundo numérico y “googlelizado” El capitalismo post-2008 no ha perdido el tiempo durante la cuarentena. Mientras manipulaba mediáticamente la indefensión y el miedo sociales, ha ido planeando la “era post-virus”, cuya característica más sobresaliente es la vertiginosa imposición de la disrupción digital y diferentes tecnologías exponenciales (IA, Big Data, IIoT, Blockchain).

Imposición en salud, en banca y fondos de inversión, en educación, en industria, en comercio, en trabajo, en telecomunicación, en urbanismo, en “seguridad” y vigilancia; junto a un mundo “sin empleo” debido a la automatización, el aumento de la desigualdad y la “limpieza” de toda empresa “no productiva”... ¡La Cuarta Revolución Industrial en todo su esplendor! La edad de oro de las Big Tech y de algunas Small Tech.

En la noche solsticial de San Juan, al fuego purificador se le pedía quemar lo viejo y dar la bienvenida a lo nuevo. Era un concepto vital y mágico que, claro está, nada tiene que ver con esta frase de Mark Zuckerberg, el gurú de Facebook: “Muévete rápido y rompe cosas. A menos que estés rompiendo cosas, no te estás moviendo lo suficientemente rápido”. Brusquedad, velocidad, ruptura... hacia la nada. Cambiar el mundo y la humanidad de forma drástica por dinero, control, poder...

Y, en la realidad post-virus, sumergirnos, en opinión de Naomi Klein, en un futuro basado en la Inteli-gencia Artificial (IA), sin contacto, deshumanizado, dirigido y manipulado por la asociación de los estados (y de CC.AA. como la nuestra), los fondos de inversión (digital) y las grandes tecnoló-gicas de Silicon, es decir, básicamente, las FAAMG (Facebook, Apple, Amazon, Microsoft y Google).

Las grandes triunfadoras de este “apagón general” durante el que han acumulado enormes cantidades de datos (el petróleo del s. XXI) que les van a permitir desarrollar de modo exponen-cial su control de la inteligencia algorítmica y su papel central en la economía del futuro. Sin olvidarnos, claro está, de China.

 

¿Clientelismo e imperialismo en la era digital?

Cuando hablamos de la IA y demás tecnologías digitales, no estamos hablando de algo que se va desarrollando “a su aire”. Como menciona Naomi Klein, el “punto caliente” sería la interconexión entre gobiernos y grandes empresas tecnológicas y subordinadas: teledirigidas inversiones de dinero público en investigación y desarrollo privados, arrinconamiento o trillado de otra multitud de proyectos de indudable interés, decisiones socioeconómicas y políticas de gran alcance y que generan dependencia a corto-medio plazo...

Desde lo poco que se puede vislumbrar tras la opacidad dominante en las instituciones vascas, el visto bueno de Silicon (por generalizar) es el que da carta blanca para obtener recursos, ayudas públicas, ... y, claro está, dependencia. En su gran mayoría, en beneficio de universidades, instituciones y empresas privadas en detrimento de lo estrictamente público, y ¡en plena reconversión digital general propulsada por el estado de alerta! El Estado español e Italia, entre otros, también parecen plegarse a las servidumbres exigidas por Google y Apple para ejecutar rastreos de contactos por Bluetooth.

 

Desde lo poco que se puede vislumbrar tras la opacidad dominante en las instituciones vascas, el visto bueno de Silicon es el que da carta blanca para obtener recursos, ayudas públicas y, claro está, dependencia.

 

Ellos al parecer deciden qué apps sí, y cuáles no. Qué sale adelante, y qué no.Que los flujos continuos de información así como la infraestructura que los genera y trata, pertenezcan en su mayoría, y con dinero público de por medio, a las empresas privadas EEUU no parece preocupar. Curioso. Sobre todo teniendo en cuenta que en China, la notoria imbricación de lo público-privado implica, en estos momentos de la llamada “guerra fría digital”, de feroz competencia tecnológica entre EEUU y China (sin olvidar a Rusia), en los que la IA se ha convertido en el centro del tablero de poder global, junto a la batalla por la narrativa de la pandemia: ¿estamos hablando del virus chino o del Covid-19?

China se está “militarizando”, para, junto al machine learning y al deep learning, generar AWS (sistema de armas autónomas). Con inversión público-privada, China ha alunizado en la cara oculta de la Luna. Facebook, ante las inversiones chinas en África, va a desplegar 37.000 km. de cable para mejorar el acceso a Internet en 27 países de ese continente. La NASA, junto a SpaceX, la joya de Elon Musk, el creador de los coches eléctricos, ha lanzado la nave New Dragon con la idea de colonizar Marte en 2022. Estamos ante la fiebre minera espacial. Todo público-privado. Terreno de batalla algorítmico tremendamente desestabilizador.

 

¿Es la IA ideológica? Sobre ro-boética y control real

Según la especialista en Ed-tech Audrey Watters, la IA no se desarrolla en el vacío. No es sólo un “cesto de algoritmos”. No es simplemente tecnología; al ser desarrollada por humanos, tam-bién es ideológica. El big data se está usando ya para discri-minar por edades o clase social, nos rastrean con el pretexto del Covid-19,...

Desde esa perspectiva, ¿qué tipos de IA deberían permitirse? ¿Es cuestión de los programado-res o de los gobiernos/grandes corporaciones y sus seguidores definir la naturaleza de ese sistema que podría enfrentar una IA (Silicon) contra otra (China) en la lucha por el control del espacio y del ciberespacio como horizonte para la expansión industrial de este siglo?

Cuando pensamos que amenaza nuestra capacidad de abordar las desigualdades sociales y de enfrentarnos a las estructuras de poder, es porque está diseñada en base a un tecnoautoritarismo que maneja con opacidad gigantescas bases de datos humanos que nos roban sin preguntar. Mientras va generando una cibergeneración de dependientes de móviles, ordenadores y videojuegos que se socializan en el espacio y no en la comunidad.

De hecho, la IA, convertida en un enorme negocio y una impresionante maquinaria de control en evolución constante, genera tal diversidad y complejidad de problemas e incertidumbres, que gobiernos, instituciones, oligarquía científica e incluso grandes corporaciones se han parado a reflexionar sobre lo llamado roboética, de cara a una posible legislación futura.

 

En estos momentos de la llamada “guerra fría digital”, de feroz competencia tecnológica entre EE.UU. y China (sin olvidar a Rusia), en los que la IA se ha convertido en el centro del tablero de poder global.

 

Si bien existen diferencias de enfoque, sí que se podrían señalar una serie de parámetros comunes: desarrollo de la IA por el bien de la mayoría; reducción del riesgo de exclusión; control ético de la investigación; transparencia y cooperación en el desarrollo de la IA; necesidad de control humano sobre los sistemas robóticos; no desarrollo de la IA para armas de destrucción; sostenibilidad; dada la incertidumbre sobre su potencial futuro, necesidad de repensar las regulaciones; regulación del transhumanismo, esto es, de la mejora de las capacidades humanas –físicas y/o intelectuales– a travésde la tecnología y que trascienden los límites humanos.

Suena muy bien, pero faltan líneas rojas, concretas y directas. Porque la verdad, sabemos de qué son capaces los gigantes tecnológicos y no parece que con sólo este “desiderátum” se les quite el sueño a ninguno de ellos. Menos aún, conocido el contexto de pugna geoestratégica entre EEUU/China.

Debería por tanto ser deber imperativo de la izquierda vasca/internacionalista debatir sobre sus implicaciones, sobre la necesidad de desmantelar el mono-polio de las grandes empresas del eje anglosajón en materia de conocimiento y, cómo dicen desde Cuba, profundizar sobre la incorporación a la sociedad del conocimiento pero desde una perspectiva socialista/progresista.

 

 

Retos y riesgos de la Inteligencia Artificial

De ahí que vayan surgiendo organizaciones colectivas, como las data cooperatives, para impulsar el empoderamiento digital de la ciudadanía. De ahí que, desde Le Monde Diplomatique, C. Durand y Keucheyan sugieran que “si se socializaran los datos, se pusieran bajo control democrático y se reorientaran hacia objetivos de utilidad social, contribuirían al surgimiento de soluciones de recambio al mercado”.

De ahí que haya que buscar solución a los ya mencionados clientelismo e imperialismo digitales. Entre China y Cuba, por ejemplo, ya han acordado la creación de una institución conjunta para el desarrollo de la IA desde la que impulsar, entre otras, propuestas educativas relacionadas con su didáctica y enseñanza.

 

Se debe, como dicen desde Cuba, profundizar sobre la incorporación a la sociedad del conocimiento pero desde una perspectiva socialista/progresista. “Si se socializaran los datos, se pusieran bajo control democrático y se reorientaran hacia objetivos de utilidad social, contribuirían al surgimiento de soluciones de recambio al mercado.”

 

Ahora que la amenaza del virus hace que se nos plantee una  escuela sin “papel ni balones”, no está de más mencionar que, mientras debatíamos sobre el tiempo que nuestros/as menores deben dedicar a las pantallas, la tecnología emergente en forma de IA y de machine learningestaba ya en marcha, alterando las herramientas educativas y decidiendo lo que puede ser la educación en el futuro. Una vez más, el mercado decide.

Es vital que la reproducción material colectiva se organice bajos otras relaciones sociales y nacionales lo más desconta-minadas posible de las de valor capitalistas. En el caso de la IA, frente a la vigilancia autoritaria perfeccionada gracias a esta, tenemos que empoderar a la sociedad generando, desde nuestra realidad, y entre otras cosas, escuelas disruptivas para que un instrumento tan potente pueda ser también herramienta de transformación social.

 

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