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Erria

Silvina Romano. Dra. en Ciencia Política

"El lawfare es la persecución política por la vía judicial"

2023-03-06

Por el planeta entero corre hoy un concepto, «lawfare», que cuesta poco explicar en Euskal Herria. Entrevistamos a Silvina Romano sobre el lawfare y sus implicaciones geopolíticas y sociales. Romano es investigadora del Consejo Nacional en Investigaciones Técnicas y Científicas (CONICET) en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe de la Universidad de Buenos Aires (IEALC-UBA), y miembro, también, del Consejo Ejecutivo de CELAG y coordina la Unidad de Análisis Estados Unidos y América Latina.


Argazkiak. FOKU

 

¿Qué es el lawfare?

El lawfare es la persecución política por la vía judicial. Es la persecución y criminalización donde determinado sector, grupos, lideres, de la política en determinados momentos. Es decir, estas campañas de persecución se presentan especialmente en momentos previos a elecciones. 

¿Por qué? La finalidad es eliminar a ese enemigo político de la esfera política formal. Es eliminarlo. Vivimos algunos casos más trágicos. Se ha pasado de la eliminación de la esfera política formal a  la eliminación física, como el caso del atentado contra Cristina Fernández de Kirchner. Lamentablemente no tuvo la repercusión que merecía, y además, la causa no está siendo investigada con la severidad y celeridad que requeriría el atentado contra una jefa de estado, contra una vicepresidenta. Entonces, pasamos de la eliminación de la esfera política formal a la posibilidad de la eliminación física del enemigo. Hay una tensión muy fuerte entre proyectos de estado, entre neoliberalismo y derecha conservadora, por un lado, y la posibilidad de proyectos progresistas, post-neoliberales, por otro lado.

 

¿Dirías que es un fenómeno global o específico de América Latina?

Podríamos pensarlo en una proyección a nivel internacional, como la criminalización y persecución de cualquier sector que plantee una alternativa posible al neoliberalismo. El mensaje es claro: “si hay alguna posibilidad de que esa alternativa funcione, vamos contra vosotros”. ¿Cuál es la forma más fácil hoy en los estados de derecho formales para llevar a cabo esa amenaza? Por la vía del derecho. Pero en realidad, estas apelando al estado de excepción, estas manipulando el derecho. 

Entonces, no se trata solo del derecho, sino que esto funciona porque opera en varias dimensiones, por lo menos cuatro. La primera, el ámbito judicial. Otra, la de los medios de comunicación y la formación de la opinión pública, o manipulación. La tercera, la parte de la política y la economía. Y la cuarta, la parte geopolítica. Pongamos un caso, te abren una causa por corrupción, en un momento donde el aparato judicial se encubra por encima de otros poderes del estado, se genera una especie de juristocracia. Es una juristocracia porque una minoría que está en la cúpula del poder judicial define el derrotero político de un estado, de toda una población, al encarcelar a un líder, por ejemplo, un líder que fue votado por mayorías populares. Por lo tanto, el lawfare decide el destino político de todo un país. 

Lo hacen porque son impunes, por una cuestión de clase, la minoría privilegiada intocable vinculada al poder factico se siente impune. Eso es el poder judicial. Saben que, desde la guerra fría en adelante, desde las transiciones tramposas que tuvimos a la democracia, el aparato judicial permite la guerra por otros medios, y como dirían algunos, la política por otros medios. Eso no es política, es la guerra.

 

«El lawfare es la persecución política por la vía judicial. Es la persecución y criminalización donde determinado sector, grupos, lideres, de la política en determinados momentos»

 

¿Qué función tienen los medios de comunicación en la estrategia política de anular al contrario?

La función de los medios de comunicación, las grandes corporaciones que manipulan, es cierto, lo hacen todo el tiempo. Lo que hacen es tomar esos supuestos casos de corrupción y taladran con titulares en la prensa, horas de televisión, horas de radio… Opinan sobre esos casos. Nadie lee las hojas de los expedientes, no importa la verdad. Lo que importa es emitir la sentencia antes de tiempo. Decir que esa persona, Lula da Silva, por ejemplo, es culpable por encima de todas las pruebas. The New York Times lo culpabilizó y ahora ja no se acuerdan, e incluso parecen pro-Lula. Lo pusieron culpable de corrupción al PT y a Dilma Rousseff. 

Por lo tanto, ellos emiten la verdadera sentencia, hacen que la credibilidad de la sociedad y la gente que cree en ese proyecto quiebre. Por eso, la campaña real está en la manipulación vía la opinión pública. Es lo que Chomsky llama la articulación entre los periodistas y las llamadas “voces expertas”. Se contrata a gente de universidades de países centrales, europeos o estadounidenses, para avalar y afirmar la siguiente profecía autocumplida: son todos corruptos. Nadie pregunta a estos periodistas de donde sacaron los datos, pero como es son de universidades del calibre de Cambridge, nadie pone en duda su opinión “experta”.

 

 

Los medios supuestamente progresistas son los que más daño pueden hacer, en el sentido de que tienen más legitimidad para difundir estos bulos en sectores progresistas.

Es así. El impacto en la opinión pública en medios progresistas es mucho mayor que en el de los medios conservadores. Nos roban la posibilidad de decir la verdad. El fondo de la estrategia es la desmoralización de la sociedad ante los posibles cambios. 

Cuando decimos que esto se hace contra unos de los sectores políticos, contra determinados líderes, no decimos que es un ataque contra el ámbito de la política en general. ¿Por qué? Porque la forma desde los sectores donde se generan las demandas judiciales, o se arman y se manipulan y manufacturan las causas judiciales, son sectores que están en contra de la posibilidad de que el estado se haga cargo o intervenga en la economía. Son abiertamente neoliberales en lo económico, aunque pueden ser conservadores en lo político. En lo económico son siempre neoliberales. Neoliberal significa que el mercado defina hacia donde tiene que ir el estado, y que el estado funcione para el beneficio del mercado.

Esta tesis, además, es totalmente falsa, porque no hay nada que no esté regulado. Lo que se busca es regular los mercados para beneficio de las transnacionales. Pero, al contrario de lo que muchos afirman, las trasnacionales no van volando por el mundo y por encima de todo, están radicados jurídicamente en determinados estados que las defienden, las apoyan económicamente, las rescatan, etc. Por lo tanto, el neoliberalismo está territorializado. Por eso tienen tantos juicios, porque operan dentro de los estados.

 

Entonces, el poder de los estados sigue vigente, y con ello, la asimetría entre los estados del sur y el norte global también. ¿Qué efecto tiene esa asimetría?

¿Qué demandan los estados centrales a los estados periféricos? Les dicen, “ustedes no pueden pretender intervenir en su economía. No tienen la potestad de hacerlo. No pueden decidir sobre sus recursos, sobre su riqueza ni siquiera sobre las políticas públicas que van a hacer”. A partir de los 80 hubo un consenso en que el estado se tiene que desarticular en virtud de una reorganización que le va a dar prioridad al mercado y al tercer sector, las ONGs y las fundaciones. Ellas se encargan de esos espacios vacíos: educación, salud, cuidados… De todo eso se encarga el tercer sector.

Por supuesto, eso no ha funcionado y de ahí viene el rebrote de gobiernos progresistas. Reclaman la recuperación del estado a favor de políticas públicas y la recuperación de lo publico para las mayorías. Entonces, la persecución política por vía judicial es especialmente recalcitrante, violenta, sistemática contra lideres y sectores políticos vinculados al progresismo. 

 

Como decías antes, el otro sector que está vinculado al lawfare es el geopolítico.

Esa parte tiene que ver con los recursos. Justamente en América Latina desde la guerra fría en adelante, tenemos acceso a documentos desclasificados que narran claramente la estrategia de occidente con respecto a América Latina. En esos documentos de los años 40-50 se habla de que América Latina interesa en tanto que de ahí provienen las principales cantidades de materias primas que dependen para la fabricación de tecnologías estratégicas de occidente. Por lo tanto, esa región tiene que estar vinculada y sometida a la doctrina de seguridad de occidente, a la noción de democracia y desarrollo de occidente. 

Venimos de la Alianza para el Progreso (plan de “ayuda económica” de Estados Unidos de América con respecto a América Latina de los años 60) y de una cantidad de doctrinas, planes y proyectos que lo único que buscan es que los países de América Latina se plieguen y se pongan bajo el paraguas de la doctrina de seguridad hemisférica. Al momento en que sectores y proyectos políticos choquen con eso, tienes las dos vías siguientes: por un lado, la guerra psicológica, la asistencia para el desarrollo, intercambio estudiantil, manipulación de las mentes a través de lo cultural y académico, que se articula con la asistencia militar y la asistencia de las fuerzas contrainsurgentes. El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca de 1947, y la Organización de los Estados Americanos de 1948. Estas dos tienen una red institucional muy asentada. 

Por eso funcionan estos mecanismos de desestabilización articulados por el lawfare, que también se articula con otras estrategias de desestabilización como pueden ser la presión económica, la presión diplomática… Es decir, quitarte de organismos como la OEA, que te quita credibilidad a nivel internacional… El lawfare, por lo tanto, es una de las herramientas de los procesos de desestabilización planteados desde potencias como Estados Unidos de América. Y una de las herramientas de las nuevas guerras híbridas. La cuestión es que tiene un arraigo en la cuestión geopolítica, porque hay una disputa fuerte que las necesidades son infinitas pero los recursos escasos. En este sistema capitalista salvaje, necesitan el litio, el petróleo… Siempre que lo tengas mas cerca de casa evitas el costo de los fletes. Esa es la maldición, tal vez, de América latina: que tenemos muchos recursos y un vecino que es potencia mundial.

 

«El lawfare, por lo tanto, es una de las herramientas de los procesos de desestabilización planteados desde potencias como Estados Unidos de América.»

 

Según muchos, una potencia en decadencia…

Puede ser. Pero tiene el ejercito más grande del mundo. Sabemos de lo que es capaz. Esa es la otra parte de lo que se juega en el lawfare: los recursos estratégicos. Tenemos información de operaciones de inteligencia vinculada a la embajada estadounidense, vinculadas a la inteligencia estadounidense que ha juntado información y que la han puesto a disposición de alguna de las causas que están vinculadas al proceso de lawfare contra líderes de América Latina. Esto es muy grave.

Eso implica injerencia en asuntos internos, eso implica saltarse todas las normas internacionales y eso implica una extraterritorialidad de la ley estadounidense que alcanzó un nivel universal. ¿Qué está pasando con esto? ¿Quién va a poner un límite a esto? Hay que recordarle al estado estadounidense que las embajadas no son espacios de espionaje, son espacios de diplomacia y están para mejorar las relaciones entre países.

Teníamos información, por ejemplo, del papel de la embajada estadounidense en el derrocamiento y golpe de estado de Dilma Rousseff, lo que fue llamado el “Lava Jato”. El gran juicio de la causa judicial contra Lula llamado “Lava Jato”, el Departamento de Estado de Justicia estadounidense estaba totalmente involucrado. Por ejemplo, en Curitiba, que es el ámbito territorial donde empezó todo el proceso contra Lula, se comprobó que había funcionarios del FBI. Ahí estaba el juez Sergio Moro, uno de los alumnos de los cursos de adoctrinamiento judicial planteada por Estados Unidos a través de los AIR [Agencia Internacional para el desarrollo de Estados Unidos, que desde el año 1963 se generó en el marco de la alianza para el progreso]. En el mundo entero eso se conoce como injerencia en asuntos internos. No podía haber en el momento del juicio una persona de otro país y, además, vinculada a inteligencia. Eso está comprobado. 

 

En Argentina también pasó algo parecido con Cristina Fernández de Kirschner, ¿no?

Cierto. Ahora salen documentos sobre el fiscal Nisman, que murió un día antes de declarar en contra de Cristina Fernández de Kirchner en 2015, y que se la culpó en los medios de comunicación a nivel nacional e internacional de haber sido la autora intelectual del asesinato. Una cosa nunca vista. Nunca hubo pruebas. En la medida en que pasa el tiempo aparece la Interpol y dice que el Gobierno argentino no tiene nada que ver. Ahora aparecen, mucho tiempo después, lamentablemente, los documentos que muestran que el fiscal Nisman era un informante que tenía vínculos con inteligencia.

Esto es de una gravedad absoluta. Con esto lo que nos quieren mostrar es que realmente no podemos tener autonomía, no podemos tener soberanía, ni siquiera en ámbitos tan estrictos como esto, que es cuestión de seguridad nacional. Esto puede ser considerado un acto de guerra. 

 

 

El lawfare, por lo tanto, es mucho más que ingeniería jurídica, es toda una forma de hacer política que tiene su vertiente geopolítica, imperial, colonialista…

El lawfare podría ser la forma de contar la historia del imperialismo estadounidense en América latina, podría ser otra forma de contar la historia sobre las relaciones centro-periferia, podría ser otra forma de contar la historia de cómo se reproduce la ideología, sobre todo, porque eso tiene una dimensión ideológica muy fuerte en términos de manipulación de corazones y mentes.

También podría ser otra forma de contar la historia, de cómo nos convencen de que todos los políticos/as son iguales, de que no hay alternativa, de que no te metas en política porque, aunque no seas corrupto, lo vas a ser. De convencernos de que hay una continuidad en “el algo habrán hecho y por eso le fueron a buscar a su casa”, y por eso desaparecieron, los torturaron…

El lawfare es otra forma de contar la historia de la desigualdad, del abuso y de cómo se perpetúa la mentira. Cuando repites la misma mentira una y otra vez, al final te van a creer. Pero, no: porque los pueblos siempre resistimos. No somos tontos. Esa mayoría no son como en Estados Unidos que decía Nixon que era la mayoría silenciosa. En Estados Unidos, no fue nunca silenciosa, la silenciaron a palos, a sangre y a fuego. Pregúnteles a las panteras negras. No hay mayoría silenciosa, la mayoría se levanta todos los días, trabaja, se levanta temprano y no le alcanza para alquiler. Entonces, esa mayoría a veces se levanta en América latina, se levanta porque tenemos dignidad, se levanta y exige lo que se merece, justicia social.

 

«El lawfare podría ser la forma de contar la historia del imperialismo estadounidense en América latina, podría ser otra forma de contar la historia sobre las relaciones centro-periferia»

 

Una de las patas más importantes de esta forma política llamada lawfare son los medios de comunicación. En varios ciclos progresistas se han generado polémicas cada vez que intentaba poner límites a esa prensa que ejercía de contrapoder contra la voluntad popular. Todavía resuenan las críticas a los gobiernos de Chavez y a Correa, en su día.

En Argentina, en la década de los 70, hubo un proyecto de ley de medios, pero no tuvo mucho recorrido. Fue retomado durante el primer Gobierno de Cristina Fernández y fue debatido en las universidades y se llegó a un acuerdo. Una ley de medios se sancionó. No estaban todos muy conformes porque es muy difícil conformar a todos y no llegaba a darle la “madre” del monopolio total menor y comunicacional, pero si ponía algunos contrapesos, bueno, solamente por eso el Grupo Clarín fue muy violento no sólo contra Cristina Fernández, sino contra la propia idea de que existiera una posibilidad de que a ellos, digamos, de que la gente pensará que les podían poner un límite, porque al final reglamentar las leyes es difícil, muy complicado, pero ya la sola idea era como un bochorno, un escándalo y se vincula rápidamente a estos medios que tienen una proyección, tienen sus redes internacionales, apelan a que les están coartando la libertad de expresión. Gobiernos dictatoriales. 

Una personalidad como Correa siempre ha dicho que esto no es libertad de expresión, sino libertinaje. Correa tuvo problemas con el diario “El universo”, porque ellos son un poder impune. En realidad, a los periodistas que trabajan ahí les pagan muy mal. Como sabemos en el siglo XXI. el trabajo de los periodistas está muy mal pagado, muy precarizado. Por eso hay que aclarar que no estamos hablando de los periodistas, sino de esas corporaciones.

Son corporaciones que tienen redes a nivel internacional, son parte de holdings, como, por ejemplo, el Grupo Clarín, que en su momento estaba vinculada al grupo Cargill o al Banco de Galicia. Son empresas, así como empresas saben lo que venden y lo que no. 

 

¿Y entonces, cómo y dónde poner el límite sin coartar la libertad de expresión? 

Yo estudié comunicación y me acuerdo de que me dieron el manual de ética. Cada diario, cada periódico, tenía su manual de ética y marcaba lo que podías o no hacer como periodista. Eso ya no existe, no hay nada que diga lo que puedes decir o no.

Y realmente pueden destruir la vida de las personas, las podéis arruinar vidas de familias enteras solamente por decir una mentira, no solamente por un juicio, corrupción o lo que sea que se te ocurra, aunque no tengas la prueba, voy a estar hablando de la vida de esa persona. Cuando la prensa dicta sentencia no hay vuelta atrás. Lo decía Sonia Vera, una abogada ecuatoriana, que al nivel de las cosas es de caza de brujas. 

 

El lawfare, al fin y al cabo, trata de todo esto...

El lawfare es la caza de brujas por excelencia: lo que dicen de Dilma, lo que dicen de Cristina, de Xiomara Castro… Nadie dio importancia al discurso de Xiomara porque era de una mujer y porque era de Honduras. En cambio, a Kamala Harris le dan bombo y platillo todos los días. 

En esto voy a ser muy polémica, no es una cuestión de género, sino de clase. No hay cuestiones étnicas si no podemos hablar de clase. Tenemos el caso de Obama, que, con 18 años, es un blanco que tomó sol en el patio de Harvard estudiando derecho. Cuando yo fui a Oakland a los edificios donde habían vivido las panteras negras, no había sol, no hay nada: no hay nada que recuerde que estas personas estuvieron ahí, está totalmente abandonado. Esa es la forma en la que se construye la memoria y el presente, y es la forma en la que nos obturan el futuro.

Así que el lawfare es una forma de enfocar estos temas: las múltiples causas judiciales, las permanentes demandas contra Cristina Fernández (ha tenido 750 denuncias) ... Esto es una locura y alguien tiene que detener esto. El aparato judicial, que no ha sido votado por la voluntad popular, manda por encima de esta. Entonces, alguien tiene que salir a buscar las puertas de este poder, a presionar y a apropiárselo. Porque hoy es Cristina, pero como decimos en Argentina: Cristina somos todos, somos todas las mujeres, todos los hombres que creíamos en ese proyecto, con todas las dificultades, todas las tensiones. Creemos en esto y eso nos hace creer en la política.

 

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